jueves, 4 de junio de 2009

¡Qué bonito!

El artículo 1 de nuestra Constitución determina que España se constituye en un Estado social y democrático de derecho y que la soberanía nacional reside en el pueblo español. ¡Qué bonito!
No obstante, después de muchos «dimes» y «diretes» resulta que esto viene a traducirse en que el pueblo, o sea, nosotros, tenemos la suerte de que cada vez que se nos convoque a ello, al menos cada cuatro años, depositamos nuestro voto en una urna y del resultado de este acto resultan elegidos unos señores, que ostentarán el poder durante el tiempo que dure su mandato.
Mientras tanto el pueblo, del que supuestamente emana la soberanía, tiene que atenerse a lo que estos señores dictaminen, coincida o no con lo que el pueblo desea o piense.
Fíjense Vds. que todo está viciado antes de su nacimiento y sirva como prueba de ello algunos ejemplos: los hay que no votamos por convicción y en esto me extenderé en su día, los hay que no votamos porque nos lo tomamos a guasa, los hay que votamos porque vivimos del poder, los hay que votamos porque vivimos del partido, los hay que votamos por convicción política, etc., etc. Por otra parte los señores que salen finalmente elegidos para ostentar el poder hacen sus «cuentas» y terminan por llegar a acuerdos prácticamente contra natura y de esto tenemos multitud de ejemplos. Con lo cual entre lo uno y lo otro ni Dios sabe cómo puede acabar esta historia de la votación.
Siguiendo con la película parece ser que cuando alguien sale elegido como representante del pueblo automáticamente es investido de un poder sobrenatural. Aquí quiero hacer dos puntualizaciones: primero que la historia ha estado plagada de iluminados (Pinochet, Sadam Husein, Sarkozy, Busch, etc). En segundo lugar quiero citar aquí unas palabras del padre de Marta del Castillo cuando a raíz de su entrevista con el Sr. Zapatero este le dijo que no creía necesario modificar la constitución para endurecer las penas, aunque si lo creía necesario para modificar la sucesión al trono. El Sr. Castillo le contestó lo siguiente: Sr. Zapatero yo puedo dormir tanto si gobierna un rey como una reina, pero no puedo dormir sin mi hija en casa.
Finalmente no quiero acabar mi comentario de hoy sin lanzar la siguiente pregunta: Si la soberanía reside en el pueblo por qué no se consulta al pueblo con más asiduidad, dentro de un clima de normalidad. ¿Hay algo más democrático que dejar al pueblo que se pronuncie?

martes, 2 de junio de 2009

¡Los protagonistas!

Parece mentira como con el transcurrir de los años las diferentes generaciones van adquiriendo protagonismo como quien no quiere la cosa.
Eso me ha ocurrido a mí personalmente ya que ahora, que cuento casi con 45 años, compañeros y gentes de mi generación aparecen en la dirección de las empresas, en los cargos políticos y sindicales y en todos los ámbitos de la sociedad.
No entiendo pues cómo las cosas se encuentran en el estado actual, cómo no se ha producido un cambio sustancial entre lo que yo conocía y lo que conozco, por lo que debo reconocer nuestra cuota de culpabilidad por no haber sabido dar el impulso y el cambio que se necesitaba.
A muchos de ellos, unos de izquierda y otros de derecha, les he preguntado por qué no he percibido el cambio de generación ya que las cosas siguen funcionando igual de mal.
Unos no me contestan, otros me dicen que no se de la misa la mitad y algún que otro, que se moja un poco más, me dice que si supiese lo que hay que hacer para llegar arriba lo entendería mejor.
Por consiguiente yo creo que todos somos conscientes del problema, todos sabemos que las cosas se hacen mal, pero ninguno somos capaces de encontrar el camino para solucionar esto.
Hablamos y hablamos, lanzamos grandes ideas, pronunciamos palabras grandilocuentes, pero en ningún caso somos capaces de emprender el camino de una sociedad justa, una sociedad que sea capaz de satisfacer las necesidades de sus ciudadanos, una sociedad que sea capaz de romper todo tipo de barreras, en definitiva, una sociedad universal.

lunes, 1 de junio de 2009

¡Qué iluso!

Recuerdo en aquellos primeros años que se hablaba de la derecha y de la izquierda, y que unos ilusos, como yo, pensábamos que eso estaba reservado, lo primero, al régimen franquista y lo segundo a unos señores y señoras que estaban en el exilio (Carrillo, La Pasionaria, Marcelino Camacho, un tal Suresnes, que al final resultó ser un Congreso en el exilio celebrado por el PSOE, etc), pero que a nosotros aquello nos tocaba menos que el primo de un amigo del hermano del marido de mi tía.
Aquellos ignorantes, entre los que me cuento, creíamos que el tener trabajo, médico, poder vivir tranquilo, en fin, esas cosas que te hacen creer ser libre, no era ni de derechas ni de izquierdas, simplemente eran algo justo y natural.
Con el devenir de los años parece que todo se reducido a que eres de izquierda o en su defecto de derechas. No se puede no ser. O sí o sí. Hay que elegir: de derechas o de izquierdas, monárquico o republicano, independentista o nacionalista, demócrata o antidemócrata y muchas otras lindeces que no vienen al caso.
Yo quiero reivindicar el derecho a no ser, porque para mí, que he perdido la fe en muchas cosas, vivir en paz, no joder a los demás, tener trabajo, poder educar a mis hijos y respetar a los demás, entre otras muchas cosas, no es de derechas ni de izquierdas, no es de republicano ni de monárquico, no es de nacionalista ni de independentista, es simplemente cuestión de justicia y de humanidad.
Por último no quiero terminar sin citar las palabras de un compañero que trabajaba en la oficina de protocolo del Alcalde y que tras las elecciones, cuando le preguntabas quién había ganado, su respuesta era la siguiente: "Pensábamos que habíamos ganado los de derecha y hemos ganado los de izquierda".

domingo, 31 de mayo de 2009

Mi pequeña gran decepción

He tenido la suerte o la desgracia, según el punto de vista de cada uno, de vivir los 14 últimos años de la dictadura y los primeros 30 años de nuestra, según dicen, joven democracia y he de reconocer mi pequeña gran decepción.
Lógicamente como era joven y por tanto, algo inconsciente, tenía depositadas enormes esperanzas en aquellos señores que por aquel entonces yo veía en blanco y negro en mi primer aparato de televisión; aparato que con gran sacrificio compraron mis padres, aunque si os soy sincero no se de dónde salió el dinero para ello, pero allí estaba sobre la cama mueble en la que dormía en la única alcoba (habitación) de que disponíamos por aquel entonces mis padres y mis cuatro hermanos.
Yo esperaba, iluso de mí, que formaríamos parte de una sociedad libre, autogobernada, participativa, progresista, liberal, ...
Sin embargo, hoy formo parte de una sociedad adormecida, insolidaria, gobernada por intereses partidistas, machista, xenófoba, nacionalista, ...
Esta es mi pequeña gran decepción, de la que tengo mi cuota de culpa y que quiero expiar, en la medida de lo posible, desde este blog, entonando el "mea culpa".
No quiero, tampoco, acabar mi primera entrada únicamente con una sensación pesimista, así que os emplazo para que participéis conmigo y a través de vuestros comentarios y mis nuevas entradas aportemos nuestro granito de arena para cambiar nuestra sociedad insustancial y sin sentido.