El artículo 1 de nuestra Constitución determina que España se constituye en un Estado social y democrático de derecho y que la soberanía nacional reside en el pueblo español. ¡Qué bonito!
No obstante, después de muchos «dimes» y «diretes» resulta que esto viene a traducirse en que el pueblo, o sea, nosotros, tenemos la suerte de que cada vez que se nos convoque a ello, al menos cada cuatro años, depositamos nuestro voto en una urna y del resultado de este acto resultan elegidos unos señores, que ostentarán el poder durante el tiempo que dure su mandato.
Mientras tanto el pueblo, del que supuestamente emana la soberanía, tiene que atenerse a lo que estos señores dictaminen, coincida o no con lo que el pueblo desea o piense.
Fíjense Vds. que todo está viciado antes de su nacimiento y sirva como prueba de ello algunos ejemplos: los hay que no votamos por convicción y en esto me extenderé en su día, los hay que no votamos porque nos lo tomamos a guasa, los hay que votamos porque vivimos del poder, los hay que votamos porque vivimos del partido, los hay que votamos por convicción política, etc., etc. Por otra parte los señores que salen finalmente elegidos para ostentar el poder hacen sus «cuentas» y terminan por llegar a acuerdos prácticamente contra natura y de esto tenemos multitud de ejemplos. Con lo cual entre lo uno y lo otro ni Dios sabe cómo puede acabar esta historia de la votación.
Siguiendo con la película parece ser que cuando alguien sale elegido como representante del pueblo automáticamente es investido de un poder sobrenatural. Aquí quiero hacer dos puntualizaciones: primero que la historia ha estado plagada de iluminados (Pinochet, Sadam Husein, Sarkozy, Busch, etc). En segundo lugar quiero citar aquí unas palabras del padre de Marta del Castillo cuando a raíz de su entrevista con el Sr. Zapatero este le dijo que no creía necesario modificar la constitución para endurecer las penas, aunque si lo creía necesario para modificar la sucesión al trono. El Sr. Castillo le contestó lo siguiente: Sr. Zapatero yo puedo dormir tanto si gobierna un rey como una reina, pero no puedo dormir sin mi hija en casa.
Finalmente no quiero acabar mi comentario de hoy sin lanzar la siguiente pregunta: Si la soberanía reside en el pueblo por qué no se consulta al pueblo con más asiduidad, dentro de un clima de normalidad. ¿Hay algo más democrático que dejar al pueblo que se pronuncie?
jueves, 4 de junio de 2009
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